Castillo Mayor (2020 m) es una montaña que vista desde el Sur, viniendo de Ainsa, prácticamente pasa desapercibida ya que se solapa con el cordal que partiendo de las Tres Sorores avanza hacia el Este hasta perderse en el valle del Cinca. Es un sinclinal colgado con altas murallas.

Comenzamos pasado Puértolas, justo donde se separan las carreteras de Bestué y Escuain. El sendero toma dirección norte hacia las paredes sur de Castillo Mayor. Ascendemos suavemente por este camino flanqueado por hermosos tapiales de flysch calcáreo.
Nos introducimos en un tupido bosque de bojes, quejigos y algunos pinos rojos al tiempo que giramos hacia el oeste, yendo ahora paralelos a la muralla. El camino va ganando altura, divisando ya delante de nosotros una escotadura que nos permitirá franquear la pared. Al sur, en la lejanía brillan sorprendentemente el Cinca y los embalses de Mediano y El Grado.
El bosque se queda atrás, y después de un pequeño prado inclinado giramos al norte, ascendiendo entre pequeños bojes y erizones. La subida se hace monótona, hasta que por fin alcanzamos la parte alta de la escotadura que nos deja a la vista la ladera Oeste del Pico y un curioso valle nevado que va de Este a Oeste. Hacemos un pequeño descanso y continuamos por la hondonada hacia el Este con intención de alcanzar la cresta. Atrás queda una ruinosa cabaña y unas curiosas dolinas, una de las cuales está llena de agua helada.
Debemos ir con mucho cuidado, ya que es fácil sufrir un percance. Rafa, como un guía sorteando grietas en un glaciar, se desenvuelve de maravilla. Nosotros simplemente tenemos que seguir sus huellas. Aún así nos cuesta bastante llegar al pilón indicador de Vértice Geodésico (2020 m).
El viento no ha hecho acto de presencia, aunque en las cercanas cumbres vemos jirones de nieve polvo indicativos de que sopla con fuerza. Aún así la temperatura es baja, por lo que hacemos las fotos de rigor y comenzamos el descenso directo a la hondonada. Rafa sigue primero. ¡Qué maravilla! Tan sólo tenemos que seguir sus huellas y saltar las trampas en las que va cayendo.
En media hora estamos en el curioso valle. Comemos algo, tomamos café, y ya que estamos en Navidad, unos chupitos de orujo de hierbas con hielo picado (del país). Aprovechamos para telefonear a Pedro, nuestro querido “maestro”, que casualmente está trabajando.
Hace fresco, hay que seguir descendiendo. Lo hacemos rápidamente por el mismo itinerario de subida.
Hace fresco, hay que seguir descendiendo. Lo hacemos rápidamente por el mismo itinerario de subida.
Casi sin darnos cuenta estamos en la parte final del camino, a tramos empedrado y perfectamente balizado por los tapiales. Es curioso pensar en cómo los habitantes mimaban estos senderos. Este tan sólo lleva a los prados del valle situado al sur del pico, y a la ruinosa cabaña. Sin duda eran otros tiempos.

Llegamos al coche a las 17,30 h, cuando ya este pobre sol del solsticio de invierno apura sus últimos rayos. Preciosa zona, sobre todo la parte superior con su inmenso karst. Con nieve, algo delicada, ya que quedan ocultas la multitud de oquedades, grietas y lapiaces propias de este terreno. Las vistas, inmensas.

Llegamos al coche a las 17,30 h, cuando ya este pobre sol del solsticio de invierno apura sus últimos rayos. Preciosa zona, sobre todo la parte superior con su inmenso karst. Con nieve, algo delicada, ya que quedan ocultas la multitud de oquedades, grietas y lapiaces propias de este terreno. Las vistas, inmensas.
Diciembre 2010 (Clásica San Esteban). Fernán, Carli, Rafa, Enrique