Llegando a la cima de Comodoto |
A veces, para admirar una gran montaña, mejor que ascenderla, es alejarse un poco, y perder altura. Así valoraremos la verdadera dimensión de ella. Fernán, Carli, Rafa, y yo partimos del pequeño parquin situado en la parte superior del pueblo de Espierba, en el valle de Pineta.
Comenzamos la marcha por una pista con una barrera. Pronto dejamos una bifurcación a la izquierda, internándonos en el bosque. La pista sube pausadamente mientras describe algunas lazadas.
Tomamos algunos “alcorzes” (atajos) y la nieve aparece, aunque algo dura, por lo que la progresión es fácil.
Casi sin darnos cuenta llegamos a un amplio collado con vistas al vecino valle del Río Real o Chisagüés. Unas bordas y unos coches aparcados junto a la pista que recorre el valle 400 metros más abajo nos recuerdan itinerarios de hace años hacia Robiñera o hacia La Munia.
Seguimos la marcha en dirección Norte por unas suaves lomas nevadas, dónde los últimos pinos negros resisten las inclemencias invernales. Poco a poco la vegetación desaparece. Hacemos un descanso para comer algo y colocarnos las raquetas. ¡Qué sensación la de desplazarnos con estos inventos!. Los pasos son más largos y acompasados, lo que unido al uso de alzas hace que la marcha sea rápida y regular.
Abandonamos Espierba |
Nos asomamos hacia el Valle del Río Real |
Monte Perdido |
Visto y no visto nos plantamos al pie de la última subida, considerablemente más empinada. A la izquierda las fajas rocosas del valle de Pineta, culminadas por las Tres Marías.
A la derecha el Robiñera, que oculta la cima entre la bruma.
En el último tramo prescindimos de las raquetas, pues aparece algo de roca.
Cuando ya casi estamos, el fácil Comodoto quiere mostrar algo de fiereza, interponiendo una estrecha arista nevada con impresionantes laderas hacia ambos lados.
Una auténtica arista tipo Alpes, con trinchera y todo, producida por las huellas de los que nos precedieron.
Sin más sobresaltos llegamos a la cima, donde encontramos dos montañeros que han subido un poco antes que nosotros. La vista, increíble: Tres Sorores, Balcón de Pineta, Robiñera…. La muralla de Pineta con aludes en cada una de sus canales. En fin, una maravilla.
A la izquierda, siempre las murallas de Pineta |
Al fondo, Comodoto |
Robiñera emerge entre la niebla |
Cima. Enrique, Fernán, Rafa, Carli |
Balcón de Pineta |
Tenemos que marchar, el viento helador nos echa del lugar y comenzamos el descenso con rapidez.
Nos detenemos en un abrigo rocoso hacia los 2000 m. Echamos un bocado, y ese cafecito que siempre lleva Rafa consigo.
Continuamos descendiendo por el bosque, primero de pino negro y luego de pino rojo.
Entre los árboles, las omnipresentes murallas de Pineta, todas blancas. Sin darnos cuenta hemos llegado a Espierba. Un día precioso.
En esta ocasión, las fotos son de Fernán y Carli, la cámara de Rafa no ha soportado más inclemencias.
Abril 2010. Fernan, Carli, Rafa, Quique.
viendo las fotos me da rabia no haber ido, son muy chulas, vaya paisajes.
ResponderEliminarMARTA
Qué agradable ver estas fotos ahora, tan bonitas y refrescantes, hoy estoy pasando mucho calor.
ResponderEliminarBesos, Rafa, y a todos los demás.
Me encanta ver cómo vosotros podéis correr una y mil aventuras en la montaña...Es una sensación extraña la de ser ahora, una extraña entre sus riscos...Y qué cantidad de nieve, ¿eh? ¡Qué placer! En pleno Julio, allá por 1983 --no sé si seguirá siendo así, con lo del cambio climático--, una vez que emprendías camino más allá de Goriz, empezaban a aparecer neveros...hasta llegar a La Gruta Casteret, ahí sí que había nieve y era imprenscindible el uso de crampones o en su defecto, como mínimo un buen piolet que frenara una mala caída, o asegurara el paso...
ResponderEliminarPineta me trae muchos recuerdos, y...sobre todo anécdotas...Cuando hicimos cima y la verdad, yo ya no podía ni con mi alma, en medio de la pendiente, y apoyando los pies en una bendita roca que por azar puso Dios en nuestros pies, aguantamos la noche y su tormenta, tres chicas, agarrándonos para no salir rulando montaña abajo y tapadas con el sobre techo de una tienda de campaña, que afortunadamente,llévabamos entre nuestras mochilas (el resto de compañeros, (todo chicos) ya habían llegado al Parador, y estaban tan ricamente descansando. Al día siguiente, medio muertas ya, nos separamos en el camino... ahí vino lo peor. Yo iba sola,y cuando llegué al río, estaba ya tan falta de fuerzas que osé intentar cruzar aprovechando un bidón y un tronco atravesados en el caudaloso elementeo...todo por no quitarme las botas..., me caí a las aguas heladas, y crucé qué remedio, empapada... Yo, ya no podía con mi alma, cuando llegué a la carretera, no me lo pensé dos veces, hice auto-stop, pero ya apenas quedaban un par de kilómetros hasta el parador...De todas formas, lo agradecí eternamente...El caso es que yo estaba cansada, pero mucha de la gente del grupo se puso enferma, hasta con 38 de fiebre y ahí acabó la expedición.... Pero sólo por esos días de Julio. En Agosto, sería cuando me fui -yo solica- a un campamento en el cual no conocía a nadie. Hice buenas amistades... Una de ellas, se alargó básicamente de forma epistolar durante años...pero finalmente se perdió el contacto con los cambios personales y transformaciones familiares...En fin, Rafa, que me encanta verte en estas fotos, y verte así de bien.
Tengo poco tiempo, por eso no estoy funcionando mucho por los blogs. Vi tu mail. Pero no me ha dado lugar a contestarte. Escribe siempre que quieras, me haces feliz y me encantas...me pareces una persona muy positiva y eres de lo mejor que me encontré en La Bóveda de El Albergue....: que lo sepasssss.
Un fuerte abrazo, besos, y en cuanto pueda, te escribo, ¿vale?
Bego.
Este mundo tiene muchas maravillas, Lisboa es una ciudad ideal, pero estas montañas tienen un encanto especial, yo siempre las veo desde abajo, tiene que ser un placer ver el mundo desde la cumbre.
ResponderEliminarUn beso grande, Rafa.
Mira, Irene, cuando llegas a una cumbre siempre ves en el horizonte otra más alta que te atrae. Es un placer efímero.
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