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Glaciar de la Maladeta. En el centro, collado y Pico del Collado de la Rimaya |
Agosto de 2007. Rafa, Pedro y yo estábamos bajo el influjo tresmilista que sufrimos desde que llegó a nuestras manos el libro de Juan Buyse. Para estas fechas ya habíamos ascendido un buen número de cimas que superan la cifra mágica. Aún así, algunas cumbres habían quedado aisladas, y ahora la colección se había puesto un poco cara. Una de estas montañas era el Pico del Collado de La Rimaya. Una cumbre secundaria que quedaba un poco a desmano, ya que todas las montañas de su alrededor ya las habíamos ascendido. Había que buscar algún atractivo, y enseguida lo encontramos. Ascenderíamos desde La Besurta por el glaciar y el collado de la Rimaya, paso mítico y testigo de éxitos y tragedias durante la época heroica del pirineísmo. Así, pues, la primera mitad del plan estaba solucionada, pero como siempre, le queríamos dar un valor añadido, y éste sería descender hacia la vertiente meridional, ascender Le Bondidier y lanzarnos hacia abajo por el valle de Cregüeña. Cruzaríamos el macizo de norte a sur, y nos anotaríamos dos nuevos picos.
La tarde anterior dejamos un coche en la carretera que lleva hacia los Llanos del Hospital, a la altura de la desembocadura del torrente de Cregüeña en el Esera.
La madrugada fue de las de aupa, pues aunque ya hace bastante tiempo, creo recordar que el bus que sale hacia La Besurta se cogía en Benasque a eso de las 5,30.
Una vez en La Besurta, comenzamos el conocidísimo itinerario a La Renclusa, para posteriormente seguir la caravana de gente que se dirige hacia el Aneto.
Cuando el itinerario comienza a elevarse hacia la Cresta de los Portillones, abandonamos la ruta hacia la derecha en busca del maltrecho glaciar de la Maladeta. Al llegar a él nos calzamos los crampones y nos encordamos.
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Por encima de La Renclusa. Vista al oeste |
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De izquierda a derecha: Maladeta E., Collado Rimaya, Pico del Collado Rimaya y cresta hacia las Maladetas occidentales |
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Entrando en el glaciar |
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Glaciar y Maladeta E. |
Ascendemos ya directos al collado de la Rimaya que tenemos ya en nuestra vertical. Al llegar al pie de la pared descubrimos la rimaya. Por fortuna se puede cruzar por un puente de nieve. Pedro pasa primero y luego nos asegura a Rafa y a mí por si las moscas. Una vez fuera del glaciar, nos detenemos al pie del empinado canalón para quitar crampones y comer algo.
Pronto ascendemos al collado dejando atrás el empinado y roto corredor.
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Pedro supera la rimaya y nos asegura |
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Collado de la Rimaya |
Ahora tenemos ante nosotros una arista algo caótica. Los bloques se amontonan delante de nosotros, aunque vemos la cima muy cerca, ya que se eleva solamente 40 metros sobre el collado. La ascensión es más sencilla de lo que parece en un primer momento. Sorteamos los bloques por un lado o por otro. El precipicio que se abre al norte, sobre el glaciar, es considerable. El último tramo se hace por la vertiente meridional, ascendiendo finalmente al incómodo amontonamiento de bloques que configuran la cumbre. Vista aérea sobre el glaciar al norte, y el fantástico ibón de Cregüeña al sur.
Unas cuantas fotos; ese es el tiempo que permanecemos allí.
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Ibón de Cregüeña |
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Pedro y Rafa en la cima. Detrás, muy cercana, Maladeta E. |
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Rafa y yo |
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A la derecha el Pico Cordier. A su izquierda y más abajo, Le Bondidier. Al fondo Macizo de Posets |
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Agujas y lago de Cregüeña |
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Glaciar de la Maladeta |
Comenzamos a descender con cuidado hacia el sur, destrepando por un canalón que desaparece enseguida. A través de repisas nos desplazamos hacia nuestra izquierda encontrando otro corredor que también se acaba. Otra maniobra descendente a la izquierda y prácticamente llegamos a la vertical del Collado de la Rimaya, pero ya cerca del pedregal de la base. Con cuidado nos descolgamos hasta allí, donde aprovechamos para hacer un descanso. Un poco más abajo queda el Ibón Cordier, colgado sobre el inmenso Lago de Cregüeña.
Marchamos hacia el oeste por un horrible pedregal en el que algún nevero sobrevive todavía a la canícula. El calor es horrible en esta especie de olla.
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Travesía en la pared |
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Deambulando por el pedregal en dirección al collado Cordier |
Con más esfuerzo del previsto alcanzamos las inmediaciones del collado Cordier, que separa las Maladetas Occidentales del Pico Le Bondidier, próximo objetivo. Empezamos una trepada fácil, sorteando los grandes bloques. El terreno es un poco mediocre, pero se avanza bien por la cresta. Llegamos a la cima norte, y tras alcanzar la horcada ascendemos a la cima principal, unos metros más alta que la anterior. La vista sobre el lago de Cregüeña es espectacular.
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Traspasando la horcada entre las dos cimas de Le Bondidier. Detrás Picos Sayó y Cordier |
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Pico Maldito y Arista de Cregüeña |
Sin parar nos disponemos a descender. Discutimos sobre la ruta a seguir. Pedro quiere seguir la cresta hacia el sur. Yo me inclino por retornar al collado Cordier y desde allí descender al valle. La ruta hacia el sur es una incógnita, mientras que la que defiendo yo no tiene problema. Creo recordar que Rafa se mantuvo al margen. La cosa se puso un poco tirante, pero como siempre, acabamos haciendo lo que “sugería” Pedro. Abandonamos la cima descolgándonos por la cresta hacia el sur. Pequeños destrepes sin dificultad, hasta que la arista tiende a precipitarse sobre la cubeta glaciar. Entonces encontramos a la derecha algún corredor roto que nos saca de la montaña sin problemas, llegando al torrente de Cregüeña, más o menos a 2500 mts. Bueno, Pedro, si hay que darte la razón, se te da, y tan amigos.
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Descendiendo. Pico de Alba y Cresta de Quince Gendarmes |
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Le Bondidier ya queda atrás |
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Torrente de Cregüeña |
Llevamos ya un buen sobo encima, así que descansamos junto al torrente. El agua helada en nuestros pies es una auténtica delicia. Por un momento sentimos que la excursión ya está finiquitada…, pero vaya error. Nos quedan 1100 metros de descenso por este empinado valle, con un sendero escalonado, pero con peldaños de 50 cm. Nuestros cuádriceps parecen estallar. Sólo algún breve llano con vegetación hasta la cintura nos da un respiro. Es un descenso que machaca a cualquiera. Me viene a la memoria mi anterior vez en Cregüeña. Fue en Julio de 1991 con mi hermano Carli. Hicimos la Maladeta E. ascendiendo por el Valle de Cregüeña, y vuelta. Fue una paliza terrible. Recuerdo que tuve que adelantarme e ir a buscar el coche que habíamos dejado en los Baños de Benasque. Luego volví a recoger a Carli, que estaba hecho polvo. Y es que la subida es mala, pero la bajada….¡¡horrible!!
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Hacia el Valle del Esera, al fondo |
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Vista atrás |
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Algún llano, menos mal |
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Y algo de poesía |
Por fin llegamos al Puente de Cregüeña, confluencia con el río Esera. Aún tuvimos que subir una horrenda pedrera hasta la carretera. Al llegar arriba nos tiramos junto al coche completamente empapados de sudor. Una bandada de moscas y mosquitos se abalanzó sobre nosotros y tuvimos que meternos en el coche sin apenas haber mitigado el resuello. Las agujetas de los cuádriceps duraron más de 15 días, o por lo menos ese recuerdo me quedó para siempre.
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Le Bondidier, en el centro |
Una fantástica excursión. Una incursión en toda regla en la parte , quizás, menos visitada del Macizo de las Maladetas. Un lago, el de Cregüeña, más fácil y bonito de ver desde cualquiera de las cimas que le rodea, que llegar hasta sus orillas.
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Vista desde el Portillón de Benasque. Ruta al Pico Collado de la Rimaya |
4 agosto 2007. Pedro, Rafa, Enrique