Hemos dejado el coche en el pequeño parquin junto a la presa de Ossoue. El camino empieza llaneando por la orilla izquierda del embalse. Acaba de caer un chaparrón, por lo que el ambiente es muy húmedo. Al final del llano cruzamos a la orilla derecha y comenzamos el ascenso hacia el refugio. Sudamos de lo lindo, por el ambiente, y porque vamos con el tiempo un poco justo para llegar a la cena en Baysellance.
Vamos tomando altura, cruzamos el torrente que baja del pico Monferrat y continuamos por el zigzagueante sendero hasta las cuevas Bellevue, mandadas construir por Henri Russell. Dejamos la ruta del glaciar y nos desviamos a la derecha, llegando al refugio completamente empapados a las 18,30 h.
Nos registramos, tomamos posesión de la habitación y nos disponemos a cenar en el comedor, donde nos acompaña un madrileño que está dando la vuelta al macizo del Vignemale. Después de cenar, una infusión, y a dormir. Tan sólo estamos Rafa, Pedro y yo en la habitación. Un lujo.
A la mañana siguiente, de noche todavía, nos levantamos, desayunamos, y comenzamos a ascender por el sendero de la Horqueta de Ossue. Al llegar al collado amanece y vemos el valle de Gaube a nuestra derecha. Nosotros seguimos ascendiendo las últimas rampas que nos llevan a la cima del Petit Vignemale (3032 m).
Encontramos a dos franceses que llevan idea de realizar la travesía hacia Chausenque por la arista. Justo la misma idea que llevamos nosotros. Los dos franceses comienzan a descender los primeros resaltes y se posicionan rapidamente en lo alto de un escarpe que es necesario descender para llegar al collado de los Glaciares. Mientras se piensan seguir o volver, Pedro recorre el trozo de arista hasta el escarpe. Se lo piensa un rato. Los dos franceses retroceden. Pedro aún queda mirando por aquí y por allá. Al final vuelve hasta la cima donde nos encontramos. Dice que no ve nada claro, ya que no encuentra ningún anclaje donde asegurar. Nos quedamos un rato en la cima, y decidimos volver sobre nuestros pasos, pasar por el refugio, y bajar hasta la ruta normal de Vignemale, donde enlazaremos con la vía de la Arista E. del Monferrat, pico que queremos ascender.
El descenso hasta el cruce con el camino que viene de Gavarnie lo hacemos rápidamente, pero luego la cosa cambia, pues tenemos que hacer una penosa travesía por toda la morrena para alcanzar la orilla derecha del glaciar, donde comienza la arista de Monferrat. Por fin nos encontramos ascendiendo esta pendiente de 700 m. desnivel, con las mochilas llenas, material de escalada, piolet, crampones, el completo. Al principio es una simple loma, pero poco a poco se va afilando y ganando altura sobre el glaciar a la derecha y el profundo valle de Monferrat a la izquierda. Por momentos la pendiente crece, obligándonos a poner las manos en algún tramo comprometido y con roca suelta.
Nos elevamos considerablemente sobre el glaciar y el Petit Vignemale enfrente de nosotros. No sabemos exactamente la altura del pico, por lo que los últimos tramos se nos hacen penosos, avanzando con mucha lentitud. Rafa está en las últimas, y no hace mas que decir que ya no puede más, cosa que nos preocupa por que la vuelta por aquí puede ser lamentable; mucho peor que si llegamos a la cima y descendemos por el glaciar.
Por fin llegamos a un canalón muy roto que nos deposita el la cresta O. a pocos metros de la cima a nuestra derecha (3219 m), donde ya vemos a Pedro con cara de pocos amigos por nuestra tardanza. La verdad es que Pedro tiene razón, pues el tiempo está algo revuelto y amenaza tormenta. Las nubes ya cubren en parte las cimas vecinas de Pique Longue y Clot de La Hount. Descendemos a un pequeño collado que nos separa del Pico Central y dejamos las mochilas. Es como si se hubiera obrado un milagro en nuestros cuerpos. Avanzamos ligeros y a toda velocidad por la espectacular y aérea arista que nos lleva hacia el Central. La caída a nuestra izquierda es impresionante, con las marmolera de Labaza a nuestros pies, y un poco más allá la profundidad del valle del Ara. Sin darnos cuenta hemos ascendido el Pico Central (3235 m). Las nubes cubren ya todas las cimas, por lo que sin más demora emprendemos el regreso hasta el lugar donde hemos dejado las mochilas.
Nos elevamos considerablemente sobre el glaciar y el Petit Vignemale enfrente de nosotros. No sabemos exactamente la altura del pico, por lo que los últimos tramos se nos hacen penosos, avanzando con mucha lentitud. Rafa está en las últimas, y no hace mas que decir que ya no puede más, cosa que nos preocupa por que la vuelta por aquí puede ser lamentable; mucho peor que si llegamos a la cima y descendemos por el glaciar.
Por fin llegamos a un canalón muy roto que nos deposita el la cresta O. a pocos metros de la cima a nuestra derecha (3219 m), donde ya vemos a Pedro con cara de pocos amigos por nuestra tardanza. La verdad es que Pedro tiene razón, pues el tiempo está algo revuelto y amenaza tormenta. Las nubes ya cubren en parte las cimas vecinas de Pique Longue y Clot de La Hount. Descendemos a un pequeño collado que nos separa del Pico Central y dejamos las mochilas. Es como si se hubiera obrado un milagro en nuestros cuerpos. Avanzamos ligeros y a toda velocidad por la espectacular y aérea arista que nos lleva hacia el Central. La caída a nuestra izquierda es impresionante, con las marmolera de Labaza a nuestros pies, y un poco más allá la profundidad del valle del Ara. Sin darnos cuenta hemos ascendido el Pico Central (3235 m). Las nubes cubren ya todas las cimas, por lo que sin más demora emprendemos el regreso hasta el lugar donde hemos dejado las mochilas.
Desde aquí descendemos con cuidado para buscar el mejor lugar de descenso al glaciar, que alcanzamos sin novedad. Nos calzamos los crampones y nos encordamos con una técnica que nos enseña Pedro. Rafa va primero, yo en el centro, y Pedro (que es el bueno) detrás. Si Rafa cae en una grieta, todo el peso va directamente a Pedro, evitando que el tirón de la cuerda me afecte a mí, y Pedro acabe por tener que sujetar a los dos. Los grupos que vemos van sin encordar, pero la verdad es que el glaciar, aunque en plena regresión, todavía deja entrever numerosas grietas. Al llegar a la morrena, nos quitamos la cuerda y los crampones, y nos juntamos con una pareja de franceses que se extrañan que los españoles no tomen medidas de seguridad en el glaciar.
Seguimos descendiendo, ya por el sendero que nos ha de llevar hasta la presa de Ossue, donde llegamos unas dos horas más tarde, y bastante cansados. Justo al meternos en el coche descarga un fuerte chaparrón. El viaje, largo pero relajante. Recuerdo subiendo las empinadas rampas del Tourmalet, mientras Pedro nos comenta historias de astronautas. Al llegar a Ainsa el coche se me muere. Se ha acabado la batería. Rafa se queda conmigo hasta que viene el mecánico. Pedro duerme en Ainsa, Rafa se va a Zaragoza, y yo a Villanova, donde llego a la 1,30h. Excursión para recordar.
Agosto 2009. Pedro, Rafa, Enrique.
Seguimos descendiendo, ya por el sendero que nos ha de llevar hasta la presa de Ossue, donde llegamos unas dos horas más tarde, y bastante cansados. Justo al meternos en el coche descarga un fuerte chaparrón. El viaje, largo pero relajante. Recuerdo subiendo las empinadas rampas del Tourmalet, mientras Pedro nos comenta historias de astronautas. Al llegar a Ainsa el coche se me muere. Se ha acabado la batería. Rafa se queda conmigo hasta que viene el mecánico. Pedro duerme en Ainsa, Rafa se va a Zaragoza, y yo a Villanova, donde llego a la 1,30h. Excursión para recordar.
Agosto 2009. Pedro, Rafa, Enrique.